lunes, 7 de octubre de 2013

relato: el incidente perfecto

(Pintura: Ernest Descals)


El incidente perfecto


Los ojos implacablemente al frente. Las orejas alineadas. Los párpados casi fijos. El paso apretado, los sentidos atentos, la mirada distante. Y qué calor y qué frío. Abajo un río de mugre, de gritos, aroma a mandarina, piso pringoso. Qué pasaría si cayera con su traje nuevo en ese suelo inframundo, qué pasaría con los zapatos lustrados, el lustrabotas ya le había parecido de mal augurio. Y también esa gorda que lo empujó y se fue refunfuñando no se qué, aunque la gorda olía a buen perfume; pensó en las bellezas del Renacimiento. ¿Y él dónde estaba parado, más exactamente, dónde estaba caminando, mareándose en una apretujamiento de buenos y malos perfumes, mandarinas y cada tanto un reloj caro. Apretó el paso. Qué desubicado el reloj caro, qué desubicado él. Se paró de golpe y recibió un pechazo que lo empujó casi a caerse y un insulto; cuando se repuso la marea seguía embutiéndose y embutiéndolo por los pasillos cerrados.
Ahí, la vió, se la llevaba otra marea contigua y contraria, parecía de lozanía inmarcesible pero irreal, tan inmaculada  como si fuera etérea, pero ahí estaba. Iba envuelta en la marea y él involuntariamente le rozó una mano. Y la perdía, la perdía. Dio un giro brusco, lleno de empujones e insultos y algún golpe recibió. La seguía, allí estaba dos o tres cuerpos adelante. Finalmente la marea se fue abriendo en el hall mugriento y ahí la vió, la vió agacharse, sacar de su bolso una mandarina, pelarla, repartirla con unos pibitos y comerse unos gajos ella, cantaba:
La mañana viene, la tarde también,
la noche te espera, la luna te sigue,
los grillos cantan y escucha la piel.
La piel está abierta a todos los grillos.

Terminó de cantar y peló, repartió y comió gajos de otra mandarina. Él se sintió mareado, una nueva oleada lo llevó como flotando hacia las escaleras de salida y por fin respiró el aire fresco y viciado de las avenidas. Como si lo persiguieran caminó nervioso y con paso apretado, paró un taxi. Cuando cerró la puerta de su departamento, se desvistió prolijamente y se tiró en la cama. Soñó con un sol muy fuerte, con el viento y con el mar, y tuvo pesadillas.