nana (canción de cuna) _ Samuel Beckett
En YouTube: http://youtu.be/yU4f0rfFwlc
imágenes y voz: delia folgueira
jueves, 24 de octubre de 2013
lunes, 7 de octubre de 2013
relato: el incidente perfecto
(Pintura: Ernest Descals)
El incidente perfecto
Los ojos
implacablemente al frente. Las orejas alineadas. Los párpados casi fijos. El
paso apretado, los sentidos atentos, la mirada distante. Y qué calor y qué
frío. Abajo un río de mugre, de gritos, aroma a mandarina, piso pringoso. Qué
pasaría si cayera con su traje nuevo en ese suelo inframundo, qué pasaría con
los zapatos lustrados, el lustrabotas ya le había parecido de mal augurio. Y
también esa gorda que lo empujó y se fue refunfuñando no se qué, aunque la
gorda olía a buen perfume; pensó en las bellezas del Renacimiento. ¿Y él dónde
estaba parado, más exactamente, dónde estaba caminando, mareándose en una
apretujamiento de buenos y malos perfumes, mandarinas y cada tanto un reloj
caro. Apretó el paso. Qué desubicado el reloj caro, qué desubicado él. Se paró
de golpe y recibió un pechazo que lo empujó casi a caerse y un insulto; cuando
se repuso la marea seguía embutiéndose y embutiéndolo por los pasillos
cerrados.
Ahí, la vió, se la
llevaba otra marea contigua y contraria, parecía de lozanía inmarcesible pero
irreal, tan inmaculada como si fuera
etérea, pero ahí estaba. Iba envuelta en la marea y él involuntariamente le
rozó una mano. Y la perdía, la perdía. Dio un giro brusco, lleno de empujones e
insultos y algún golpe recibió. La seguía, allí estaba dos o tres cuerpos
adelante. Finalmente la marea se fue abriendo en el hall mugriento y ahí la
vió, la vió agacharse, sacar de su bolso una mandarina, pelarla, repartirla con
unos pibitos y comerse unos gajos ella, cantaba:
La mañana viene, la
tarde también,
la noche te espera, la luna te sigue,
los grillos cantan y escucha la piel.
La piel está abierta a todos los grillos.
la noche te espera, la luna te sigue,
los grillos cantan y escucha la piel.
La piel está abierta a todos los grillos.
Terminó de cantar y
peló, repartió y comió gajos de otra mandarina. Él se sintió mareado, una nueva
oleada lo llevó como flotando hacia las escaleras de salida y por fin respiró
el aire fresco y viciado de las avenidas. Como si lo persiguieran caminó
nervioso y con paso apretado, paró un taxi. Cuando cerró la puerta de su
departamento, se desvistió prolijamente y se tiró en la cama. Soñó con un sol
muy fuerte, con el viento y con el mar, y tuvo pesadillas.
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