Murieron a la medianoche. Venían dándole vueltas a la
luna, los perros no les ladraban. Una noche bastante clara, sin llegar a la
luna llena. Antes habían estado en el muelle, el agua apenas los había reflejado.
Escupieron al agua desde el muelle, algo de sus líquidos a esa masa inmensa, él
también meó. Ella cantó un poema. Él la abrazó. Se abrazaron. Lloraban en
silencio, aunque hubieran querido patalear. Se despedían de todo, renunciaban a
todo, todo se acababa. Subieron por la ladera suave y llegaron hasta la nieve. Se
sacaron la ropa y se acostaron en la nieve, se agarraron de la mano. No
hablaron, disfrutaron hasta lo último, hasta la amargura, hasta las estrellas
vertiginosas, miles. Murieron a la medianoche, agarrados de la mano.
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